La Guerra que Comprende Todas las Batallas: Moral vs. Corrupción

Unos meses atrás, Luis Rappoport (economista y pensador argentino) publico en el diario La Nación una nota titulada “Paradojas de la democracia”.

Su inicio: “Una cosa es la capacidad de llegar al poder y mantenerlo, y otra, muy distinta, la aptitud de administrar el Estado en función del bienestar general. Cuando prevalece lo primero, se hipoteca el largo plazo en función del rédito inmediato”, basto para llevarme a profundizar la nota y despertar mis sentidos.

La nota que nos ocupa parte de la realidad Argentina pero es aplicable a muchísimos países y sobre todo a America Latina (Brasil, Chile, México).

“Una paradoja de la democracia moderna es que las capacidades necesarias para llegar al poder y para mantenerse en él son distintas a las necesarias para gestionar el Estado y trabajar para el bienestar de la sociedad” .

“Para llegar al poder o para mantenerse, los políticos profesionales son desconfiados y jerarquizan la lealtad sobre la idoneidad, se apropian de dineros públicos para financiar sus campañas y cultivan su “imagen”. Son esclavos de las encuestas de opinión, a partir de las cuales arman discursos elaborados por especialistas en marketing político para seducir votantes. Nada de eso sirve para gobernar”.

“La paradoja es más compleja aún. En el caso de que un grupo de políticos profesionales tenga las mejores intenciones y concentre ambas capacidades -las necesarias para llegar y mantenerse en el poder, y las necesarias para la gestión del Estado-, con frecuencia ambas entran en conflicto entre sí. El ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero sabía que España estaba montada en una burbuja inmobiliaria insostenible y tenía equipos aptos para desarmar esa burbuja. Pero si lo hubiese hecho, hubiera debido pagar el costo de debilitar el crecimiento económico de corto plazo y perder elecciones. En el ciclo del matrimonio Kirchner -sin buenas intenciones ni capacidad- la ambición por el dinero de nuestros gobernantes fue más allá de lo necesario para el sostenimiento de lealtades políticas y todo indica que llegó a niveles nunca vistos de corrupción, con un extremo obsceno: vaciar YPF y comprometer el futuro energético y el equilibrio macroeconómico del país, para quedarse “innecesariamente” con el 25% de esa empresa”.

“En su lucha por el poder, sometidos a las desconfianzas, a la vana pretensión de que fulano o mengano “tiene” los votos, a la paranoica suposición de que la prensa hace “operativos”, a las falsas lealtades, la búsqueda de financiamiento, la fabricación de “imagen”, las encuestas de opinión, las largas reuniones con especulaciones estériles y las urgencias para quedar colgados en alguna lista de candidatos, los políticos profesionales actúan encerrados en un juego solipsista. La sociedad los observa hasta que cierran sus propuestas. Luego intervenimos y optamos con el voto”.

“Pese a estas paradojas, la democracia representativa es la mejor forma de gobierno.

Pero la democracia representativa es un punto de partida, no es un punto de llegada. El voto es la precondición. La calidad de la democracia requiere un esfuerzo permanente de mejora continua”.

Una función principal la cumplen los partidos políticos. Estos deben ser, no solo el nexo entre ciudadanos y Gobierno, sino deben buscar y fomentar el desarrollo y participación de los ciudadanos. Su camino debe estar dirigido a la consecución del Bien Común. Internamente, los partidos políticos deben desarrollar una vida política viva, participativa y democrática.

En palabras de Rappoprt “Deben saber que necesitamos partidos políticos organizados. Son un medio ideal para que los políticos debatan y desarrollen procedimientos consensuados y participativos para dirimir sus liderazgos. Y para que incluyan en su lucha por el poder propuestas de gestión. Eso se puede conseguir con una legislación que aliente su formación y no la desaliente para asegurar el poder del circunstancial presidente absoluto. Necesitamos funcionarios públicos profesionales elegidos por concurso, y no en virtud de clientelismo y corrupción. Para resolver el tema del transporte, por ejemplo, no sirven los leales a la presidencia. Sirven los que saben y tienen capacidades para gestionar”.

Dentro de este contexto, entramos de lleno en el camino que nos dirigió Rappoport . Hablamos de Bien Común, y ahora agregamos la Moral (califica la conducta humana) como contracara de la Corrupción.

Toda persona que actúa en cualquier orden lo hace en función de algún fin, que para él es un bien, y si es un bien político, no es solamente un bien personal, es un bien para la comunidad: se quiere llegar al poder como un modo de acelerar la llegada a ese Bien. El político se debe preguntar o debe tender a saber en que consiste el bien del hombre o cuales son los bienes del hombre cuando elabora un plan político, lo que se esta buscando es como vivir mejor políticamente. Lo que califica todos los actos humanos moralmente no es lo que se realiza sino su intención o fin.

El Hombre tiene un componente individual y componentes sociales. Solo podrá perfeccionarse en su totalidad de ser, si ese bien no solo contiene su bien personal, sino también su bien común que se requiere por su necesidad social.

Si nos detenemos a pensar, fácilmente podremos percatarnos que en la actualidad es prácticamente imposible que logremos algún bien con nuestro esfuerzo personal únicamente.

De lo anterior dividimos dos aspectos : el primero , que nuestra vida esta mancomunadamente unida a la de muchos mas y segundo que aquel bien alcanzado es bien porque específicamente satisface nuestra necesidad individual y nuestra necesidad social.

Resulta de difícil comprensión, que a pesar de la real existencia de los aspectos detallados, comprobables por el sentido común, no nos decidamos resueltamente a buscar en cada momento la obtención del Bien Común, ya que este es la perfección de muchos con medios puestos en común. La libertad de la persona termina cuando vasalla al Bien Común.

En consecuencia, concluimos que como el Hombre (persona) tiene componentes individuales y sociales, el Estado deseado deberá promover, desarrollar y mantener el Bien Común, ya que por esta vía maximizaremos los bienes de la comunidad. El alejamiento del concepto de Bien Común es el inicio de la corrupción.

Respecto a la Moral, podemos citar a Giuseppe Mazzini (Revolucionario, filósofo y político italiano – 1805-1872) “El verdadero instrumento del progreso radica en el factor moral”, a Ayn Rand (Filósofa y escritora rusa nacionalizada estadounidense – 1905-1982) “Los Derechos Individuales son los medios de subordinación de la sociedad a la ley moral”, entre otros.

Pero, siempre tengo presente a un gran argentino: José Ingenieros ((Médico, psiquiatra, farmacéutico, escritor, docente, filósofo y sociólogo nacido en Italia y nacionalizado argentino – 1877-1925).

Cuando las miserias morales asolan a un país, culpa es de todos los que por falta de cultura y de ideal no han sabido amarlo como patria: de todos los que vivieron de ella sin trabajar para ella”.

Baste mencionar las advertencias de José Ingenieros en el inicio de “Las Fuerzas Morales “(1925):

“Los sermones laicos reunidos en el presente volumen, fueron publicados en revistas estudiantiles y universitarias, entre 1918 y 1923, quinquenio generador de un nuevo espíritu en nuestra America Latina.

Este libro completa la visión panorámica de una Ética Funcional. El Hombre Mediocre, es una Crítica de la moralidad; Hacia una Moral sin Dogmas, una teoría de la moralidad; Las Fuerzas Morales, una Deontología de la moralidad. Prevalece en todo el concepto de un idealismo ético en función de la experiencia social, inconfundible con los capciosos idealismos de la vieja metafísica.

Cada generación renueva sus ideales. Si este libro pudiera estimular a los jóvenes a descubrir los propios, quedarían satisfechos los anhelos del autor, que siempre estuvo en la vanguardia de la suya y espera tener la dicha de morir antes de envejecer “.

Rappoport finaliza: “Necesitamos someter la corrupción a la Justicia. Para que esa transgresión sea penalizada. No hay destino nacional posible si la función pública sirve para enriquecer políticos profesionales. Pero, sobre todo, necesitamos que el poder político y los políticos profesionales sean esclavos de la ley”.

¿Quedo claro porque la Gran Guerra es la Moral vs. la Corrupción?

 

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