Invertir mejor: Ganarle a los ciclos de la economía Argentina es posible
Muchas veces escuchamos decir a economistas, ensayistas y políticos que la historia en Argentina es pendular. Al parecer, pasamos de un extremo al otro -en términos ideológicos- sin detenernos en el medio. Ante su llegada al poder, el nuevo Gobierno decreta que todo lo que hizo el anterior, sin excepciones, está mal. No existe una continuidad y eso aplica para los lineamientos económicos también, muchas veces tras pasar por una profunda crisis que incluye corrida cambiaria.
Sin embargo, más que pendular, el comportamiento de la sociedad Argentina califica dentro de lo que el filósofo rumano, Mircea Eliade, describió como “El mito del eterno retorno”. El más grande historiador de las religiones que tuvo el siglo XX reveló que algunas sociedades arcaicas (antiguas) rechazaban la continuidad de la historia.
En su lugar, proponían ciclos de eventos que se repetían -en forma casi inalterable- cada ciertos años. “Las sociedades arcaicas, pese a conocer también cierta forma de ‘historia’, se esfuerzan por no tenerla en cuenta”, sostiene el autor.
En aquéllas sociedades antiguas (pre-coloniales) un evento simbólico “reseteaba” la historia y todo comenzaba de nuevo. Nosotros encontramos nuestro botón de reset en las crisis económicas, tanto las profundas y notorias, como aquellas que no afectan a toda la población en general.
Hagamos un poco de memoria y repasemos las que atravesamos durante los últimos 50 años:
Por supuesto que hay matices y diferentes intensidades. Podremos estar de acuerdo en algunas y en otras no. Usted podrá decir que en 2009 con la crisis internacional y la pelea entre el Gobierno y el campo también se vivieron momentos de tensión económica: suba de la inflación, estancamiento de la actividad, fuga de divisas.
No obstante, en lo que estará coincidirá conmigo en que el ciclo no se detiene.
El paradigma de 2001
Vayamos a un ejemplo que todos tenemos fresco por la crudeza de los acontecimientos. No sólo por la corrida cambiaria y el corralito, sino por los 39 muertos y la salida cinematográfica del ex presidente, Fernando de la Rúa, en un helicóptero que despegaba desde la Casa Rosada.
Algunos datos:
- El PBI cayó un 28 %, desde su máximo en 1998 hasta el 2002
- La inflación fue del 41% en 2002
- En términos reales (incluyendo la inflación en el cálculo) los salarios cayeron 23,7% en 2002
Sin embargo, no todas las crisis son destituyentes. En algunos casos, la misma administración baraja los naipes y reparte de nuevo. Fíjese lo que sucedió con el giro ortodoxo que dio el Gobierno de Cristina de Kirchner cuando vio que la sangría de reservas iba a tener un duro final.
La idea de “el eterno retorno” se hizo carne en los argentinos. Si se llevan seis años de estabilidad económica, todos esperan que al séptimo algo ocurra. Como una profecía “autocumplida” -con mayor o menor demora- el golpe llega, parece ser el pensamiento.
Con un sexto sentido, aquellos que la huelen, se mueven hacia el refugio tradicional de la Argentina: inmuebles y dólar. Esto fogonea las corridas. La primera víctima fatal de toda crisis es la confianza.
Al cierre de esta columna, las reservas del Banco Central se ubicaban en torno por encima de los US$ 28 mil millones. ¿Sabe cuánto dinero tienen los argentinos entre lo que envían al extranjero y lo que guardan “debajo del colchón? Casi US$ 220 mil millones.
La salida más sencilla no siempre es la mejor
Mientras que los inmuebles están reservados para las personas de mayor capital, los dólares son el refugio de la mayoría de los argentinos, al caer aquellas primeras gotas que anticipan la tormenta.
Es difícil convencer al ahorrista de que es una medida equivocada. ¿”El que apuesta al dólar, pierde”?, como dijo Lorenzo Sigaut en 1981. Al dejar el corto plazo fuera del análisis, nuestra historia dice lo contrario.
No obstante, ¿fue la mejor decisión que pudimos tomar? No lo creo.
Me refiero a que lo que muchos ven como un calvario -vivir de crisis en crisis- también representa una oportunidad para aquellos que la saben ver.
Cuando se acerca el frente de mal tiempo, aumenta la desconfianza, la incertidumbre y -por tanto- el riesgo. Al incrementarse éste último, a niveles tan violentos como los de 2001, nadie quiere nuestros activos. Los precios de los bonos y las acciones caen dramáticamente para poder ser colocados en un mercado que nos mira con desconfianza.
¡He ahí la oportunidad!
Tras la corrida y posterior corralito, el bancario fue el sector que mayor impacto recibió. Las cotizaciones de sus acciones se derrumbaban sin atenuantes. Aunque pocos lo pudieran ver, y quizás menos aprovecharlo, era el momento de tener coraje y apostar por ellos.
Fíjese en el gráfico a continuación, la evolución del Grupo Financiero Galicia es muy superior a la del dólar, si analizamos desde la crisis de de 2001 en adelante.
Y este no fue un caso aislado. El ejemplo del banco Macro es mucho más impactante.
Estará haciendo las cuentas de cuánto habría ganado si hubiera apostado por algunas de estas acciones…
El influente economista e inversor, Benhamin Graham, lo definía de una forma muy clara:
“El mercado es como un péndulo que siempre oscila entre el optimismo insostenible (que hace que los activos sean demasiado caros) y el pesimismo injustificado (que hace que los activos sean demasiado baratos). El inversor inteligente es una persona realista, que vende a optimistas y compra a pesimistas”.
Cuesta, en la Argentina de lo inmediato, pensar en plazos tan largos, pero es una forma de ganarle a la coyuntura y abandonar el país del eterno retorno.
Mañana nos vamos a reencontrar con ideas concretas de inversión para que saques provecho de esta coyuntura argentina tan cambiante.
Fuente: Ignacio Ros para Inversor Global, sitio lider para saber sobre los negocios mas rentables.