De la doctrina Monroe a la doctrina Troilo

Monroe El ABC 24.03.15

EE.UU. apuesta a la región. Lejos de retirarse de América latina, Washington renueva su interés y, espoleado por el acercamiento de China y por el peso electoral de los latinos, fortalece su presencia económica, política y militar

En «Nocturno a mi barrio», el tango de Aníbal Troilo, hay un verso que puede ayudar a interpretar los movimientos de los Estados Unidos en relación con América latina. Dice Troilo: «Alguien dijo una vez que yo me fui de mi barrio. ¿Cuándo? ¿Pero cuándo? Si siempre estoy llegando». Aunque el secretario de Estado, John Kerry, anunció el ocaso de la doctrina Monroe, ello no implicaba el «retiro» o el «olvido» de Estados Unidos de América latina. En realidad, sería más pertinente empezar a hablar de la doctrina Troilo: Washington nunca se fue de la región, por el contrario, siempre procura reafirmar su presencia e influencia en América latina. Y, de modo usual, lo hace con «zanahorias» y «garrotes», como un promotor simultáneo de orden y desorden, y desplegando en el exterior los compromisos mínimos entre conservadores y liberales, y los acuerdos básicos entre civiles y militares en el plano doméstico.

Dinámicas internas como la ascendente hispanización demográfica de los Estados Unidos y el peso político-electoral de los latinos y fenómenos externos como la mayor proyección de poder de China y la gradual reaparición de Rusia en el área han ido motivando la renovación del interés en el continente americano y en el desarrollo de algunas propuestas y políticas.

Para comprender, por ejemplo, la envergadura del despliegue chino en América latina cabe resaltar que en 2014 el total de financiación otorgada por Pekín a la región ascendió a 22.000 millones de dólares; un 71% más que lo brindado en 2013 y más que todo lo desembolsado por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. En consecuencia, fenómenos domésticos e internacionales desaconsejaban la pasividad; era esencial que Washington retomara la iniciativa en el área.

América Central, México y el Caribe están cada vez más integrados a los Estados Unidos en términos comerciales, financieros, migratorios, culturales y militares. A su turno, ese compacto de países opera como un perímetro de defensa vital para Washington. La trascendental decisión de normalizar las relaciones con Cuba le asegura a Estados Unidos su preeminencia en la gran cuenca del Caribe y le abre más puertas en América latina, que mantuvo prolongadas y activas demandas por ese tema.

Washington también adoptó un curso de acción inédito respecto a Colombia. Después de obstruir desde los años 90 una solución negociada con la guerrilla de las FARC, la administración de Obama designó a Bernard Aronson, ex secretario adjunto para Asuntos Hemisféricos entre 1989-1993, como enviado especial al proceso de diálogo entre el gobierno y las FARC. Ese giro intenta ser otra muestra de un perfil más constructivo hacia América del Sur.

Asimismo, conviene recordar que, según los datos de la Cepal, y a pesar del incremento de las inversiones chinas y del importante aporte de la Unión Europea en la materia, Estados Unidos continúa siendo el principal inversor individual en la región. Washington es el mayor proveedor de asistencia militar y policial, de venta de armas y de entrenamiento a las fuerzas armadas y de seguridad. Ni China ni Rusia, por separado, ni ningún otro conjunto de potencias extrarregionales tiene el grado de incidencia militar que Estados Unidos preserva en la región.

Por otra parte, la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile) se ha convertido en un puente geopolítico importante de Washington, tanto para generar una plataforma regional que atraiga nuevos socios, como para acompañar una política de gradual cerco en torno a China. Al mismo tiempo, algunos países con gobiernos denominados progresistas parecen más dispuestos a mejorar sus vínculos con Washington. En diciembre de 2014, el entonces presidente José Mujica aceptó la llegada a Uruguay de seis detenidos provenientes de Guantánamo, mientras que en noviembre la subsecretaria de Estado, Roberta Jacobson, visitó Ecuador y comenzó un diálogo promisorio sobre asuntos de comercio, educación, seguridad y energía. En enero de 2015, el ministro del Interior de Bolivia, Hugo Mondiz, habló del interés de su país para mejorar las relaciones con Washington en materia de seguridad.

Sin embargo, los dos casos más relevantes para comprobar el grado de éxito del «retorno» de Washington a la región serán el futuro de sus relaciones con Brasilia y con Caracas. Un Brasil más débil en lo económico y más retraído diplomáticamente, con una presidenta acosada en términos políticos, podría mostrarse dispuesto a un nuevo acercamiento.

Respecto a Venezuela, la reciente orden ejecutiva de Obama mediante la cual se considera al país una «amenaza a la seguridad nacional» y se sanciona a siete individuos es, sin dudas, inquietante y desmedida. Ahora bien, Washington se ocupó de no castigar el comercio bilateral, no imponer restricciones a la venta de petróleo, no afectar las inversiones y no aplicar medidas punitivas que perjudicaran al pueblo venezolano, tal como han sido otras órdenes ejecutivas contra países, como Corea del Norte, Siria, Irak, Irán, Nicaragua, Libia y Cuba. Al parecer la Casa Blanca confía en que una vez producida la respuesta crítica de la región frente al inadecuado uso de un extemporáneo instrumento de diplomacia coercitiva, la fragmentación ideológica de América latina hará inviable una acción concertada contra Estados Unidos, y cada país se replegará al respectivo ámbito interno plagado, en toda el área, de enormes desafíos. Habrá que ver si la próxima Cumbre de las Américas, programada para abril, resulta un fiasco o el ámbito para distender, por lo menos en apariencia, las relaciones continentales.

Una nota final sobre la Argentina y Estados Unidos en el corto plazo. Si alguno de los presuntos tres candidatos mejor posicionados hoy en las encuestas para la presidencia argentina triunfara, Washington encontrará otro nuevo amigo en la región. La diferencia sería entre un presidente algo moderado que busque equilibrar las relaciones con Estados Unidos y Occidente para complementar el avance de los lazos con China y Asia, o uno bastante inmoderado que haga anuncios grandilocuentes y concesiones estratégicamente costosas en busca de un nuevo realineamiento con Washington. Siempre hay que recordar que la desmesura es una nota recurrente en la política exterior argentina y que se manifiesta en cada intento refundacional de «reinserción» del país en el mundo al comienzo de un gobierno.

En suma, si el diagnóstico esbozado resulta al menos parcialmente verificado, se corroborará que la doctrina Troilo ha comenzado a afirmarse.

Juan Gabriel Tokatlian  | Para LA NACION

 

El autor, especialista en relaciones internacionales, es docente en la UTDT de Buenos Aires, Argentina

http://www.lanacion.com.ar/1777242-de-la-doctrina-monroe-a-la-doctrina-troilo

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