La excepción, la regla y la lista de Merkel
La actual política exterior de Berlín: ¿una controvertida expresión de virtuosismo kantiano?
El artículo del investigador del Conicet, José Fernández Vega, nos propone una reflexión acerca de lo que corresponde al accionar de los dirigentes, desde el punto de vista ético o moral.
Kant atribuye un rol determinante a la noción de dignidad humana o de humanidad, entendida como fin en sí. Por ejemplo, aunque él afirma que una persona puede perder su estatuto cívico o su dignidad de ciudadano cometiendo delitos graves, Kant sostiene que esta dignidad no puede privarse a ningún ser humano. Añade que practicando la mentira y la calumnia la persona obra de tal modo que ofende la dignidad de los otros. La forma de respeto moral fundamental consiste, según Kant, en el respeto a la ley moral.
El respeto moral de los individuos es, pues, una forma de respeto de la moral. Respetamos a los individuos cuando reconocemos adecuadamente sus derechos y responsabilidades en tanto que agentes morales dotados de dignidad.
Si equiparamos la Ley Moral con la Ley Natural consideramos, en esencia, que son invariables y aplicables en un sentido universal. De este modo, ley natural puede ser considerada un ideal al cual aspira la humanidad. La ley natural se contrasta con la ley positiva, establecida para la sociedad civil.
Precisamente, estos conceptos despiertan en nosotros, una frontera en donde podemos ir para un lado o para el otro. ¿Debemos valorar la necesidad de un ser humano cualquiera, totalmente valida, o la de un grupo global de ella, también totalmente valida?
A fin de ayudarnos en estas reflexiones que nos ha despertado tan interesante artículo, reproduciremos algunos conceptos éticos-morales del libro de John Finnis “Natural Law and Natural Rights “(Clarendon Press-Oxford – 1980).
En uno de los primeros párrafos, el autor citado, nos explica que hay bienes humanos que solamente pueden ser asegurados o conseguidos a través de las instituciones de la ley humana y que existen requerimientos de la razonabilidad practica que solo esas instituciones pueden satisfacer. Finnis, nos identifica y clarifica dichos bienes y los requerimientos de la razonabilidad práctica.
Define ocho valores o bienes básicos (formas diferentes de bien) tratando de definir una teoría del bien del hombre identificando los bienes y los requerimientos de la Ley Natural, es decir de la razonabilidad práctica.
¿Y qué es la razonabilidad practica? Debemos analizar y decidir a partir del punto de
vista práctico. No es lo eficiente respecto a lo ineficiente. El pensamiento practico es pensar acerca de lo que uno debe hacer (acción). Y entonces, la razonabilidad práctica, es ejercer la razonabilidad al elegir, al decidir, al ejecutar, al actuar. Porque obro de tal manera y cuál es la justificación. De aquí, el autor, deriva que hay objetivos que son razonables y otros que no lo son. Se pretende entonces, brindar bases para una reflexión disciplinada y critica, acerca de los bienes que pueden ser alcanzados y realizados a través de la práctica humana y de los requerimientos de esta razonabilidad práctica. No debemos pasar por alto que se puede trabajar para un fin racional y coherente pero que no es razonable, desde este punto de vista.
Dentro de los ocho valores o bienes básicos, nos detendremos en la razonabilidad práctica.
Este último bien, estructura la búsqueda de los demás bienes y nos ayuda a buscar respuesta a las siguientes preguntas:
– ¿Que debe ser hecho ‘?
– ¿Que puede dejarse de lado?
– ¿Que no debe ser hecho?
Finnis, nos brinda un método, a través de los requisitos de la razonabilidad práctica, que parte de los primeros principios, valores o bienes básicos pre- morales, que se usan para elaborar la Ley Natural, que es moral.
Los requisitos son los siguientes:
1.- Plan coherente de vida
2.- No preferencia arbitraria entre bienes básicos
3.- No preferencia arbitraria entre personas
4.- Desapego
5.- Compromiso
6.- Eficiencia razonable
7.- Respeto por los valores básicos en cada acción
8.- Bien Común
9.- Seguir la propia conciencia
Lo que califica moral o éticamente al acto, no es lo que este realiza sino su intención (fin).
Como corolario, resaltemos la complejidad de los dirigentes en su actuación pública. Nuestra intención es brindar elementos que ayuden a nuestro discernimiento y que también ayuden a nuestros dirigentes para tener una mejor convivencia política y social, que como bien ya se dijo…”no es para mal de nadies, sino para bien de todos”.
A renglón seguido la nota que nos ocupa.
Sería exagerado atribuirle a la filosofía moral de Immanuel Kant el argumento mediante el cual el liderazgo alemán sobre Europa pretende respaldar sus imposiciones a Grecia. Dicha justificación resulta casi ramplona, aunque desprende un vago aroma kantiano: la ley es la ley, todos la conocemos y no podemos admitir excepciones.
Hasta el FMI considera esas imposiciones como una mera pausa hasta el próximo desastre, mientras que los ortodoxos insisten en agudizar la penuria en la última frontera europea antes de Medio Oriente. Los EE. UU., que no sólo miran los números sino también el mapa, se preguntan si conviene seguir jugando con nafta cerca de la mayor hoguera mundial. Otras opiniones sostienen que en realidad Berlín quiere asfixiar a Syriza antes de que en noviembre Podemos dispute el poder en el otro extremo del sur continental porque los desafíos se enfrentan de a uno.
Alemania recalcó en Bruselas que cuando se altera la norma vigente, antes que una simple excepción sin mayores consecuencias, el efecto inevitable es el establecimiento de una nueva y autodestructiva norma. En concreto: si se afloja la cuerda del cuello griego enseguida vendrán Italia, España, Portugal (la lista patibularia podría seguir) a reclamar el mismo derecho y el «favor» a Grecia acabaría volviéndose insostenible, además de ser un privilegio éticamente inaceptable.
Secundan esta conclusión unos sermones bien conocidos. Los griegos, en el fondo, merecen su tragedia porque vivieron por encima de sus posibilidades (quizá ni se enteraron mientras se beneficiaban exportadores y bancos alemanes), alteraron sus cuentas (asesorados por Goldman Sachs), trabajan poco (The Economist publicó una tabla que prueba lo contrario) y evaden impuestos. Una visión distinta recuerda, como lo hizo el filósofo Jürgen Habermas en un artículo reciente, que las impagables deudas de guerra alemanas le fueron condonadas en 1953 con la firma de Grecia. ¿No llegó la hora de aplicar la regla de la reciprocidad y hablar más de política y menos de economía en tono moralista?
Otro episodio del tema de la excepción y la regla, individual pero revelador, sucedió hace algunos días ante las cámaras de la TV alemana durante un programa protagonizado por adolescentes ante la presencia maternal de Angela Merkel. De pronto, la atmósfera se oscureció. Una refugiada palestina tomó la palabra y en perfecto alemán le comentó al canciller que su sueño era ir a la universidad, pero se volvía imposible porque estaban por expulsar a su familia. Rápida, Merkel improvisó una lección kantiana sobre la situación. Nos encantaría que te quedaras, pero no podemos hacerte ese favor porque hay millones (otros palestinos, africanos) que quieren inmigrar y resulta imposible para nosotros recibirlos. Dicho de otro modo: como no pueden venir todos, vos te tenéis que ir. ¿Acaso vamos a salvar a alguien sólo porque nos cae simpática y tiene la fortuna de aparecer en televisión? Una mandataria tiene grandes responsabilidades.
Los hipotéticos africanos permanecían en África luego del edificante discurso de Merkel, pero la chica palestina seguía frente a ella y estalló en llanto. La dama de hierro la consoló y acarició con imaginable torpeza. La imagen se convirtió en un trending topic, forma que adopta la indignación global en la era digital. Si es verdad que las mujeres aportan sentimientos cuando se involucran en la fría política, la escena de la caricia antes de la devolución al campo de refugiados no contribuyó a respaldar esa noción.
Surge la perturbadora sospecha de que los más altos ejemplos de moralidad política en Alemania se encarnan en personalidades marginales. Por mencionar un caso, Oskar Schindler, según cuenta la autobiografía de su viuda, era todo menos un seguidor del kantismo popular difundido en el país. Alcohólico, deudor olvidadizo, adúltero, nazi con carnet, pasó a la historia como el hombre que gastó su fortuna para sobornar a los chacales hitlerianos y así salvar del Holocausto a los judíos que trabajaban esclavizados en su fábrica. Una película de Spielberg lo proyectó a la gloria póstuma en 1993. El semanario Der Spiegel tituló entonces: «El alemán bueno». La lista del extravagante Schindler contiene más de un millar de nombres; la de la virtuosa Merkel, ninguno.
José Fernández Vega
El autor es investigador del Conicet. Su último libro es Formas dominantes (Taurus).
http://www.lanacion.com.ar/1815025-la-excepcion-la-regla-y-la-lista-de-merkel